sábado, 7 de julio de 2012

El patriota de la Moncloa


Mariano Rajoy
Tiene un proyecto, sabe dónde va y cómo lograr conseguir los objetivos, no se da importancia y haciendo un trabajo callado ha logrado hacer de España un equipo, con un proyecto común con el que ha conquistado Europa y el Mundo.

Un hombre sensato que sabe limar asperezas para que otros entiendan que lo importante es el conjunto y no las peculiaridades individuales de cada uno. Un hombre que ha hecho que todos entiendan la importancia de empujar en la misma dirección. Un hombre que cuando llega el momento de celebrar los triunfos da dos pasos atrás para que los focos de dirijan a otros para que disfruten. Un hombre férreo en sus convicciones y valores, que defiende contra viento y marea sus esquemas. Un patriota de verdad que sabe defender la bandera de España con orgullo, con humildad y sentido de la responsabilidad.

Amable y estimado lector: Es fácilmente comprensible que puedan sospechar que estoy escribiendo de un inconformista Registrador de la Propiedad. No teman, no desvarío, estoy aún orientado.

Estoy mencionando a don Vicente del Bosque.

Vicente del Bosque
España precisa de un patriota como el que representa del Bosque para salir de la caótica situación por la que nuestro país atraviesa. Necesitamos a alguien que, como don Vicente, tenga amplitud de miras, visión de Estado y de conjunto, y sepa sacar a España del dique seco en donde se encuentra.

España saldrá de la ruina donde se halla con una persona así, que sea, además, capaz de dejar las Autonomías en el baúl de los olvidos –en aras del bien de todos–, y de lograr ese proyecto sugestivo de vida en común que un día se llamó España.

Necesitamos un dirigente que no genere falsas expectativas, que trabaje con ánimo y transparencia, como hace Vicente del Bosque. No valen ya entrenadores de cuchara o aquéllos que solo piensan en su camisa partidista.

Permítame, amable lector, personalizar un momento. Siempre me ha gustado visitar Madrid. He vivido allí cierto tiempo y me encanta visitar, cuando puedo, el Museo del Prado. Al hablar de la Moncloa aparece ante mí –como si fuera un fantasma–, la obra que a los 62 años engendró Francisco de Goya, denominada "Los fusilamientos de la Moncloa". Este cuadro fija un episodio histórico del que fue testimonio. El 3 de mayo de 1808, después del alzamiento del pueblo de Madrid, el ejército francés lo reprimió duramente desembocando los acontecimientos en los fusilamientos de la Moncloa.

Esta obra de Goya, según me explicó un guía en el Museo, "está trabajada con ira, a golpes de pincel, a manchas brutales, dotando a la escena de gran vitalidad"... Es una obra que produce una impresión compleja: el horror se une a la protesta, la escena aterra por su crudeza: uno se tapa los ojos, otros los oídos para no escuchar los disparos, otro se sujeta la cabeza para no enloquecer, uno más, con los brazos en cruz, increpa a los mismos que lo asesinan. Es sobre este último, iluminado de lleno por la luz del farol, en el que confluyen todas las miradas, él solo es el espíritu de la lucha, el anónimo y andrajoso héroe de la guerra. Como telón de fondo, la colina desolada y la silueta lejana de Madrid. Una naturaleza impasible al drama. La gran soledad y el gran silencio en torno a la tragedia.

Los fusilamientos de la Moncloa, de Francisco de Goya

Esta obra nos es próxima y transmite unos sentimientos válidos para cualquier ser humano, sin importar la época en que le haya tocado vivir: todo el mundo puede hacer una lectura, nadie se puede quedar indiferente ante la escena en la que se puede identificar nuestra propia naturaleza humana ante las injusticias, la crudeza y la muerte que una guerra significa.

Amable y estimado lector: Sea piadoso conmigo, se lo ruego, pero le solicito que extraiga sus propias conclusiones. Merece la pena meditar sobre lo que nos está ocurriendo. Patriotas, sí, pero como don Vicente del Bosque.

Aristóteles

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