miércoles, 13 de febrero de 2013

La primacía de la verdad sobre el poder

TOMÁS MORO, escritor, político, jurista, estadista y franciscano, nacido en Inglaterra en 1478, ilustra con claridad la verdad fundamental de la ética política. Su figura es reconocida como fuente de inspiración para una política, cuyo fín supremo sea la prestación de servicio a la persona humana.
Se distinguió por la constante fidelidad al Rey Enrique VIII, a las Autoridades y a las Instituciones legítimas, porque en ellas quiso servir, no al poder, sino al ideal supremo de la justicia. Su vida enseña que el gobierno, antes que nada, es un ejercicio de virtudes.
Promovió la justicia é impidió el influjo nocivo de quiénes buscaban sus propios intereses en detrimento de los débiles.
Su indefectible integridad moral, su ilusión por los valores, su pasión por el honor antes que nada, su enorme bagaje intelectual, son propiedades que adornaron su sorprendente y enternecedora personalidad.
Su obra es de una belleza que parte el alma. Un hipnótico prodigio literario. Un rompeolas de nuestras soledades. Es un placer inolvidable leerla, si simple y llanamente se deja uno llevar por los dulces aromas del paraíso de las palabras.
Coherente con sus convicciones cristianas cayó en desgracia del Rey Enrique VIII -símbolo del poderío inglés-, al oponerse a sus pretensiones y dimitió (antes de que el sentimiento de repulsa del soberano apareciera), de sus capitales funciones estatales ya que no quiso apoyarle.
Hastiado, se retiró de la vida pública, aceptando sufrir con su familia -esposa y cuatro hijos-, la pobreza y el abandono de muchos que, en la prueba, se mostraron falsos amigos. Se desprendió de honores y riquezas y jamás le asaltó la vanidad del éxito en sus funciones.
El Rey volvió a llamarle. Le encargó importantes funciones estatales y gestiones representativas en el extranjero.
Rehusó -nuevamente-, hacer concesiones al monarca que no concordaran con los principios de libertad, honor y justicia a los que Moro defendía y practicaba. No se dejó vencer por la presión psicológica a que fué sometido en su encierro y rechazó el despotismo sin control.
No se hizo esperar el ejercicio del poder absoluto del Rey y sus reflejos desalmados atraparon y encerraron a Tomás Moro -sin asideros notables, con falsos amigos-, en un bucle diabólico, del que pudo librarse, al despeñarlo -Enrique VIII-, al precipicio de la muerte. (Fué decapitado en la Torre de Londres en 1535).
Su santidad, que brilló en el martirio, se forjó a través de toda una vida de trabajo y de entrega a Dios y al prójimo. La práctica de su independencia integral ha quedado inmortalizada en el escasamente visitado museo de lo heroico.
Por la inalienable dignidad de su conciencia. Por su imperecedera coherencia moral. Por entender que la primacía de la verdad está por encima del poder. Por la defensa del cristianismo ante el despotismo anglicano. Por tantos maravillosos ejemplos y secuencias que engrandecieron su alma y figura:
Fué beatificado por León XIII en 1886.
Fué canonizado por Pío XI EN 1935.
Proclamado PATRÓN DE LOS GOBERNANTES Y POLÍTICOS en el 2000 por Juan Pablo II.

Honorable Alcalde de Palma de Mallorca 
Estimado amigo,
Con el debido respeto y amparado en la libertad de expresión (educadamente, por supuesto), me he permitido exponer, sin sentido peyorativo alguno, una síntesis de lo que fué uno de los personajes que, en los aspectos religioso, social, jurídico, político y de gobernanza, dió una magistral lección de integridad y un monumental ejemplo de lo que debe ser la gestión y honrada dedicación al bien común.
No siempre las palabras están cómodamente situadas en uno o en otro polo. Hay oscilaciones interesantes a lo largo del tiempo.
Voy a presentarle algunos ejemplos.
CÓMPLICE. Toda la vida era el que ayudaba en la comisión de un delito. Ahora es la persona que se entiende afectivamente con otra. El amor es COMPLICIDAD.
MONSTRÚO. Era más bien un ser horrible, cruel, despiadado. Hoy puede ser una persona adorable, sobresaliente y extraordinaria.
PROVOCADOR. Tradicionalmente, hoy, puede ser una persona admirable, adelantada a su tiempo.
PERPRETAR. Ocasionalmente, este verbo, se utiliza hoy, en el sentido de hacer un buen trabajo, no en el de cometer un delito.
He recurrido al pensamiento impregnado de los ideales del humanismo del Santo Mártir, Tomás Moro, como concepto neutralizador del verbo PERPETRAR (acepción usada, en una de sus variantes, para definir delitos cometidos por  políticos y gobernantes), al efecto de diferenciarlo de lo que es abordar y realizar un buen trabajo en bien de los gobernados.
Desarmar al político gobernante que perpetra acciones -incertidumbre, desasosiego, desesperanza, despropósito, discriminación, ilegalidad-, que no se corresponden con el cometido que se le ha asignado, es una obligación moral, firmemente apoyada por el derecho constitucional que asiste a los ciudadanos afectados.
 Al fin y al cabo, estos contribuyentes -al erario público y a la Sociedad-, no hacen más que alertarle é informarle de fallos y defectos que usted, estimado amigo, debiera agradecer. Son "empleados no remunerados" que suplen las obligaciones que no cumplen cargos electos a sus órdenes y otros "funcionarios holgadamente retribuídos", ¡precisamente por aquèllos a los que no se quiere escuchar y atender". ¡Qué paradojas, amigo Mateo!
Me consta que algunas asociaciones de vecinos le han manifestado su disconformidad -de palabra, mediante comunicaciónes escritas, prensa, radio y televisión-, por haber sido objeto de falta de atención, conculcación de sus derechos ciudadanos y olvido de sus fundadas quejas, apoyadas en informaciones gráficas, difundidas profusamente y, por tanto, necesariamente llegadas a su conocimiento.
En definitiva, Excmo. Sr. Alcalde Don Mateo Isern; no hay constancia de que ejerza correctamente los deberes a que le obliga su cargo público, según le atribuye formalmente "vox populi". 
Grave es la perpetración de acciones, aún detentando un poder absoluto como es el caso de Enrique VIII. Pero es gravísimo hacerlo en una democracia, supuestamente consolidada.
El cristianismo posee la combinación de una figura carismática como Jesucristo y de un intelectual de primera clase como San Pablo.
En Santo Tomás Moro -con todo respeto lo digo-, confluían esos rasgos é ideales, cualidades  que los ciudadanos desearíamos que poseyera -para dignificarla-, cierta clase política gobernante que en vez de remontar el vuelo sale tocada del ala.
Hace tiempo, querido amigo, que me olvidé de los precursores sofistas griegos. ¿Por qué?.
Sencillamente, porque para el sofista, el saber tiene una finalidad lucrativa y, para el filósofo, un camino hacia la plenitud humana.
Varias veces, siendo candidato a la Alcaldía, le oí decir en sus exposiciones mitineras: "se necesitan políticos valientes, sin complejos y de una forma de ser y estar en política que rompa los esquemas habituales. Personas radicalmente libres". 
Como no soy el soñador que fuí, no puedo y quisiera decir: ¡Amén!. ¡Qué tiempos aquéllos! ¡Qué ilusión había por los ideales!, valga la redundancia.
No deseo flajelarle y mortificarle más. Soy amigo de los amigos y, por lo tanto, de usted. Por ello y, aunque pudiera, no deseo que emule la fecunda labor y pensamiento de Moro, en evitación de ser decapitado políticamente. ¡Dios me libre!´. Pero sí que corte o evite la deriva hacia esa tortuosa relación que muchos políticos, cegados por el orgullo, se han labrado para perderse. Javhé dixit.
Quedo, amigo Mateo, a su disposición para atenderle. Mi exposición, créame, no es retórica, sólo pretende ser pedagógica.
Un abrazo
Maimónides

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