domingo, 14 de julio de 2013

Disección de Mariano Rajoy

Querido lector: A veces me pregunto cómo podría definir la incapacidad de anular sentimientos, sensaciones y recuerdos inadecuados cuando soy consciente de que lo mejor es no tenerlos y ¿qué hay que hacer para que esa sección del cerebro se quede en blanco?.
Ramón Quiñonero Solano, autor del presente escrito

Intuyo que posiblemente se ha de buscar el mismo destello que emite una luz cegadora, pero presiento que hay otras motivaciones -involuntarias, probablemente-, que inducen a determinadas personas a llegar a equívocas conclusiones, al no disponer de conocimientos apropiados para identificar el posible padecimiento de una psicopatología relacionada con agnosia, ya sea emocional, visual o de otra suerte.

Dios me libre de juzgar. Si no me lo propongo tampoco seré juzgado. Es una evidencia. No obstante, mi percepción creo que alcanza a diseñar -por lo que he visto, oído, hecho y no hecho por él-, el perfil humano de Don Mariano Rajoy y Brey.

Por razones de impertinente curiosidad política, he seguido la trayectoria del personaje aludido desde hace muchos años y he percibido en su hacer, movimientos preocupantes que distan mucho de ser rectilíneos. No dice lo que cree ni cree nunca lo que dice, y si se le escapa alguna verdad, de vez en cuando, la esconde entre tantas mentiras que es difícil reconocerla por personas instaladas en la ingenuidad o en la buena fé.

No asume la voluntad del pueblo que le ha encumbrado por elección democrática, ni cumple con lo prometido en programa electoral y no es capaz de disolver la estructura mental del dictador que mantiene como modelo, por lo que la ciudadanía -ya de por sí impregnada de tanto amor, de tanta mágica ilusión, de tanta esperanza puesta en él-, no dispone de posibilidad alguna extramuros de lo onírico. Y todo derivado de esos recuerdos que han quedado guardados en ese espacio del cerebro de Rajoy y que tanto dolor está causando.
Mariano Rajoy debe dimitir como Presidente del Gobierno de España

Este hombre de apariencia sosegada y de indolencia acreditada, ha hurgado en los escombros legados por Zapatero, tratando de lanzarlos a un profundo poco, y lo que ha conseguido es socavar las esperanzas puestas en él por el pueblo español.

Apoyándome en lo que por definición parece una singular forma de ser y que va aparejada con su consustancial idiosincrasia -a no ser que aparezca en su personalidad, signos de psicopatología encuadrada en lo que se define como agnosia que no me corresponde a mí escrutar-, podría afirmarse que sus hechos se corresponden con los de un malvado, que no duda conscientemente, en perpetrar una de las mayores felonías de la historia moderna española.

Dadas las circunstancias, el paso del tiempo y aquella enrevesada geopolítica europea de la época napoleónica, esta traición deja casi olvidada la de Fernando VII que, como se sabe, acabó con la Constitución de 1812 y con el Jefe del Gobierno, General Prim.

Se dice que "los que no aprenden de la historia están obligados a verla repetida". Hay ejemplos.

Mi disección va más allá de lo que se percibe y presiente, porque en un páramo de mediocridades, de no probada objetividad, a los que se consideran despojados de rigor científico en cualquier orden, ya sea político, social, cultural, económico, etc. y de auténticos ideales, no es fácil desentrañar el tinglado de tergiversación sectaria que su homogéneo conglomerado de especialistas en agitprop han montado a costa del contribuyente, con una misión específica: la de promover una reivindicación sistemática de un pasado escogido selectivamente -la época de Aznar, sin mentarlo-, y de proyectarlo hacia el presente.

Si aceptan mi criterio les diré que parece una misión imposible. La necesidad se impone y la dimisión de Rajoy es imprescindible. Hay que buscar otras metas más rectas. No es necesario recurrir a un economista acreditado como Mario Monti (caso de Italia, que trajo consigo la dimisión de Berlusconi). En España, hay gente muy capaz y honrada que pueden salvarnos de la ruina total.

Hay que ir deprisa. La situación es de emergencia.

¡POLÍTICOS HONRADOS Y CAPACES: EVITEN LA TRAGEDIA!

               Ramón Quiñonero Solano

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