domingo, 30 de noviembre de 2014

Relatos de Historia de España - I

 
Manuel Azaña - 1880, Alcalá de Henares - 1940, Montauban.


RELATOS DE HISTORIA DE ESPAÑA - I

Al provocar tres guerras civiles en el siglo XIX y la pérdida de casi toda Hispanoamérica, la herencia de Fernando VII -el absolutista rey felón- fue un desastre para España. Desde el Tratado de Utrecht en 1713, nuestra decadencia fue progresando hasta quedar laminada por la derrota de Trafalgar y la invasión napoleónica en 1808
Ramón Quiñonero Solano, autor del presente escrito.
La época de los pronunciamientos comenzó en 1840 y terminó en 1874. Los regímenes resultantes no fueron producto del ansia de poder de los militares -como se hizo creer-, sino de la debilitad de los políticos españoles y de sus enfrentamientos. Estas razones de peso animaron a los uniformados a ponerse al frente de sus respectivos partidos para defender los intereses políticos y económicos. Gracias a ello se instaló en nuestro país un régimen liberal que se mantuvo casi medio siglo, apoyado en la Constitución de 1876. 

Que hay que dividir en dos períodos, uno que acabó en el desastre de 1898 y el segundo con el golpe de estado de 1923. En el primero se consiguió terminar con la tercera guerra carlista y con la interminable de Cuba.
1 - Se dotó a España de unos códigos legales que aún se mantienen.
2 - Se mejoró lenta pero progresivamente nuestro desarrollo económico.
3 - Se disfrutó de una estabilidad política desconocida hasta entonces, si bien no se puede descartar la comisión de errores monumentales.
Antonio Cánovas del Castillo, Málaga, 1828 - Mondragón, 1897

Los políticos esenciales de este primer período, Cánovas y Sagasta, no supieron enfrentarse al problema político que las nuevas fuerzas revolucionarias emergentes -socialismo y anarquismo- promovieron en nuestro país, ni tampoco supieron cortar de raíz los agresivos nacimientos de los nacionalismos catalán y vasco. Por contra, al vasco se le concedió un muy favorable concierto económico que aún perdura.

Enlodaron la política electoral, permitiendo y fomenando el caciquismo y lo más grave acaecido fue que ambos políticos -sobre todo Cánovas- desatendieron las reformas proyectadas por Maura y los consejos de los militares; desaciertos que coadyuvaron al desastre del 98.

El segundo período -de 1898 a 1923- fue la constatación del desprestigio de los políticos españoles por no saber afrontar los acosos de las fuerzas antisistema y revolucionarias -socialistas y anarquistas- a las que se sumaron el nuevo Partido Comunista en 1921 y la participación entusiasta de los nacionalismos -en auge, entonces- catalán, vasco y, en parte, también el incipiente nacionalismo gallego.
Miguel Primo de Rivera, 1870, Jerez de la Frontera
1930, París

Esta amalgama fatal les sumió en una especie de letargo -inducido o voluntario- que les impidió atajar las consecuencias nefastas que más tarde se dejaron sentir. A ello se añadió la sangría de la guerra en África con el increíble desastre de Annual. Fue tal el hartazgo, el desconcierto y la inestabilidad política inexistentes por la inacción de esos políticos que, a partir de 1923, la burguesía catalana exigió a las autoridades militares que se restableciera el orden y la paz en España. Para ello, presionaron al Capitán General de Cataluña, Primo de Rivera, para que el Ejército se hiciera cargo del poder en nuestro país.


Con Primo de Rivera surgió la primera dictadura militar del siglo XX. Acabó con el terrorismo anarquista y con la sangría de la guerra africana. Elevó -de forma desconocida hasta entonces- el bienestar económico de los españoles, sobre todo el de las clases más desfavorecidas. Promovió la colaboración del PSOE y la UGT con su régimen. Impulsó las relaciones de España con los paises iberoamericanos, por medio de la gran exposición de Sevilla, y logró que la paz y el trabajo se impusieran a la inestabilidad política de los años precedentes. Pero su "dictablanda" acabó en 1930 acosada por militares y civiles españoles deseosos de concluir ese periodo de 7 años de dictadura y, también, con la Monarquía.

La II República
 
Proclamación de la II República Española
Como consecuencia de unas elecciones municipales ganadas mayoritariamente por los monárquicos, y la traición de éstos a la Corona, el 14 de abril de 1931, dos exmonárquicos católicos -Maura y Alcalá Zamora-, acompañados por segundones republicanos y políticos oportunistas, proclamaban la II República, acogida con esperanza y alegría por la mayor parte del pueblo español, a pesar de que se convirtió rápidamente en una verdadera pesadilla para la mitad de España. 
Antonio Maura, 1853, Palma - 1925, Torrelodones
Fue Azaña, republicano jacobino engreído -y con un complejo de superioridad digno de ser estudiado por psicólogos y psiquiatras- quien asumió como propia aquella República que no podía ser gobernada mas que por los políticos que él designaba. Su confeso deseo de poner en marcha un Vasto programa de demolición para acabar con las tradiciones y la Historia de nuestro país, fue ampliamente superado, por su izquierda, por las fuerzas revolucionarias y antisistema de la época, o sea, socialistas, comunistas y anarquistas.

Y aquella República, acogida en paz y con esperanza por millones de españoles, dominada totalmente por las izquierdas que pretendieron acabar con ella en 1934, terminó en el gran pacto promovido desde Moscú por Stalin el 16 de febrero de 1936, dando lugar al FRENTE POPULAR. Así acabó la legitimidad republicana del 14 de abril y su legalidad. ¿Quiénes lo lograron?: Todos los políticos españoles, unos por su ideología izquierdista, totalitaria y fanatizada. Otros, por su cobardía, por sus divisiones internas y el deseo de primogenitura en el liderazgo del centro-derecha.

Guerra Civil y Dictadura del General Franco
 
José Calvo Sotelo - 1893, Tuy - 13 julio
 1936 asesinado en Madrid.
Tras el asesinato de Calvo Sotelo, el 13 de julio de 1936, se produjo el Alzamiento Militar y Civil frente al caos revolucionario izquierdista. La Guerra Civil Española fue el mayor desastre nacional de todos los tiempos. Despues de tres años sangrientos, la legitimidad del nuevo régimen militar, la Dictadura del General Franco, era incuestionable.  Tras casi 40 años de su gobierno, España quedó transformada por completo, en especial en el plano económico, social y cultural.

Partiendo de cero, España pasó a ser la novena potencia industrial del mundo. En 1975, a la muerte de Franco, nuestro país quedaba a un 82% de la media económica de los países pertenecientes a la Comunidad Económica Europea. La atrasada y agrícola España, se había convertido en un país desarrollado, industrial y de servicios, con solo un 23% de la población dedicada al sector primario. Nuestro crecimiento económico en la década de los años 60 fue -detrás de Japón- del 7'9% de media anual, cifra nunca antes conocida y, mucho menos, posteriormente. 

Francisco Franco Bahamonde - 1892, El Ferrol - 1975, Madrid.
Por todo ello, España se transformó radicalmente. Pasó a ser una nación políticamente estable, debido a la enorme amplitud de sus clases medias y al bienestar económico y social del que disfrutaban. En 1966 se estableció el Regimen General de la Seguridad Social para cubrir las enfermedades y jubilaciones de los trabajadores. Ese régimen social cubrió hasta al 92% de los españoles afiliados a la Seguridad Social, es decir, los que trabajaban.

Años más tarde, el PSOE de Felipe González, lo ampliaría al 100% mediante las llamadas pensiones no contributivas. Pero el verdadero esfuerzo de la Seguridad Social se realizó durante el franquismo: un 92 %, frente a un 8 %. Poco después, el "terrorífico franquismo" puso en práctica la gratuidad de la enseñanza, desde los 6 a los 14 años. Con estas medidas en España comenzaba a instalarse el llamado Estado del bienestar, aspiración de todos los españoles que envidiaban los establecidos en los países del centro y norte de la Europa occidental.

De modo que cuando llegó la famosa Transición, España se encontraba en condiciones magníficas para continuar progresando. Sin embargo, desde el punto de vista económico retrocedió. A partir de aquí serían los partidos políticos -de nuevo- los protagonistas de nuestra Historia. Confeccionaron entre todos ellos una Constitución en exceso interpretable y con un Título VIII de consecuencias imprevisibles.

Pero, eso sí, crearon 17 miniestados, infinidad de instituciones y organismos y dos ciudades autónomas para, especialmente, asegurarse puestos de trabajo para ellos, para sus partidarios, para sus amigos e, incluso, para sus familias. Por tanto, la corrupción estaba más que servida.

         Continuará.

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