sábado, 11 de abril de 2015

A mis soledades voy - Lope de Vega





Hoy les traemos al "Fénix de los ingenios españoles" y, en palabras de Cervantes: "Monstruo de naturaleza", es decir, a Don Lope Félix de Vega y Carpio, nacido en Madrid el 25 de noviembre de 1562, donde falleció el 27 de agosto de 1635.

Lope de Vega cultivó todos los géneros vigentes en su época, con frecuencia con mucha calidad y en cantidades inigualables. Las cumbres las alcanza en la producción lírica y dramática, siendo el creador indiscutible del moderno teatro español, con cuya riqueza y acción entusiasmó a todo el público, de tal modo, que le obligó a crear incesantemente obra nueva, hasta alcanzar las 1.500 obras. Pero su fecundidad prodigiosa queda bien patente en tan diversos y abundantes géneros.

Nos place ofrecerles uno de sus grandes poemas, A mis soledades voy, donde nos habla de su vida y del mundo que le tocó vivir.

A mis soledades voy

A mis soledades voy,
de mis soledades vengo,
porque para andar conmigo
me bastan mis pensamientos.

No sé que tiene el aldea
donde vivo y donde muero,
que con venir de mí mismo,
no puedo venir más lejos.

Ni estoy bien ni mal conmigo,
más dice mi entendimiento
que un hombre que todo es alma
está cautivo en su cuerpo.

Entiendo lo que me basta,
y solamente no entiendo
cómo se sufre a sí mismo
un ignorante soberbio.

De cuántas cosas me cansan,
fácilmente me defiendo;
pero no puedo guardarme
de los peligros de un necio.

Él dirá que yo lo soy,
pero con falso argumento,
que humildad y necedad
no caben en un sujeto.

La diferencia conozco,
porque en él y en mí contemplo
su locura en su arrogancia,
mi humildad en mi desprecio.

O sabe naturaleza
más que supo en este tiempo,
o tantos que nacen sabios
es porque lo dicen ellos.

"Sólo sé que no sé nada",
dijo un filósofo, haciendo
la cuenta con la humildad,
adonde lo más es menos.

No me precio de entendido,
de desdichado me precio,
que los que no son dichosos,
¿cómo pueden ser discretos?

No puede durar el mundo,
porque dicen, y lo creo,
que suena a vidrio quebrado
y que ha de romperse pronto.

Señales son del juicio
ver que todos le perdemos,
unos por carta de más,
otros por carta de menos.

Dijeron que antiguamente
se fué la verdad al cielo,
tal la pusieron los hombres,
que desde entonces no ha vuelto.

En dos edades vivimos
los propios y los ajenos;
la de plata los extraños,
y la de cobre los nuestros.

¿A quién no dará cuidado,
si es español verdadero,
ver los hombres a lo antiguo
y el valor a lo moderno?

Todos andan bien vestidos,
 y quéjanse de los precios,
de medio arriba romanos,
de medio abajo romeros.

Dijo Dios que comería
su pan el hombre primero
en el sudor de su cara
por quebrar su mandamiento,

y algunos, inobedientes
a la vergüenza y el miedo
con las prendas de su honor
han trocado los efectos.

Virtud y filosofía
peregrinan como ciegos;
el uno se lleva al otro,
llorando van y pidiendo.

Dos polos tiene la tierra,
universal movimiento,
la mejor vida el favor,
la mejor sangre el dinero.

Oigo tañer las campanas,
y no me espanto, aunque puedo,
que en lugar de tantas cruces
haya tantos hombres muertos.

Mirando estoy los sepulcros,
cuyos mármoles eternos
están diciendo sin lengua
que no lo fueron sus dueños.

¡Oh, bien haya quien los hizo!
Porque solamente en ellos
de los poderosos grandes
se vengaron los pequeños.

Fea pintan a la envídia;
yo confieso que la tengo
de unos hombres que no saben
quién vive pared en medio.

Sin libros y sin papeles,
sin tratos, cuentas ni cuentos,
cuando quieren escribir,
piden prestado el tintero.

Sin ser pobres ni ser ricos,
tienen chimenea y huerto;
no los despiertan cuidados,
ni pretensiones ni pleitos;

ni murmuraron del grande,
ni ofendieron al pequeño;
nunca, como yo, firmarons
parabién, ni Pascuas dieron.

Con esta envídia que tengo,
y lo que paso en silencio,
a mis soledades voy,
de mis soledades vengo.

           Lope de Vega

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