domingo, 14 de agosto de 2016

La vuelta a la caverna - Hay que impedirlo.


Sorprende que la filosofía está en franco retroceso en las instituciones. El actual gobierno ha dado la estocada final a la presencia de la historia de la filosofia en el bachillerato, culminando un proceso de años de desprecio de la materia a favor de sucedáneos dictados por modas más o menos pasajeras como son Ciencia, Tecnología y Sociedad, Ética para la Ciudadanía y ciencias del mundo contemporáneo.

En mis años juveniles se rendía una veneración y culto al conocimiento de la práctica de la gaita gallega, la conversación en bable asturiano, el baile de la sardana catalana y el cante jondo andaluz, por no citar otras hermosas costumbres de la tierra española. No todo el paisaje español aprueba esas costumbres -creen que no son buenas en sí mismas- pero admiten que son manifestaciones culturales.
Atenas, hacia 428 a. C - Atenas, 347 a. C. - Fundador de La Academia  (Atemas. h. 387 a. C.).  

He aquí, pues, la razón de fondo a la que responde el retroceso de la filosofía, más allá de la falta de entendederas de éste o aquél politicastro: Lamentablemente la filosofía académica pierde su sentido en democracia, donde una opinión vale tanto como cualquier otra. No se trata de reivindicar el absolutismo, la anarquía o la aristocracia como formas mejores de gobierno que la nuestra, sino de advertir de que cuando el principio de un ciudadano, un voto, se lleve a todas sus consecuencias, se instaure la tiranía. Alguien lo ha llamado el gobierno de los payasos, de los "intelectuales y artistas", de los tertulianos. El reino de la opinión (o doxa, que decía Platón). Frente a ello se rebela el filósofo griego afirmando que "una opinión no vale nada si no va acompañada de su fundamentación".

En este mundo de sombras, de apariencias y de opiniones sin fundamenteo, a menudo nos vemos huérfanos de criterio. En la saturación informativa de Internet y el guirigay de las redes sociales, nos cuesta cada vez más encontrar la armonía tras el ruido de melodías tan seductivas como efímeras y disonantes. Un porcentaje importante de ciudadanos quiere "amueblarse la cabeza", una metáfora poco elegante pero inevitable en los tiempos de la mendacidad y de la indigencia intelectual.
Ramón Quiñonero Solano, autor del presente escrito.

Lo bueno de todo ello es que hay filósofos que en nuestro tiempo se atreven a intentarlo, aunque los buenos sistemas filosóficos se cuentan con los dedos de las manos. Y ¿por qué?. Creo porque la filosofía se dedica al análisis de las ideas. Y porque democracia, razón, hombre, Dios, ciencia, libertad, socialismo, tiempo, Estado, están tan llenos de contradicciones que preferimos ignorarlas, salvarlas o bordearlas a través de dicotomías maniqueas que abstraen a las ideas de sus contextos históricos, tecnológicos y científicos.

¿Pensamos a través de mitos que nos sirven para organizar la realidad precariamente, para salir del paso, pero que no resisten el primer análisis?. ¿Existe una respuesta adecuada?. ¡Puede!. Opino que la filosofía académica, sistemática, trata justamente de levantar un mapa de la realidad que no conduzca a callejones sin salida a cada paso. A eso se dedican esos filósofos tan valientes como escasos.

Y si los poderes públicos le dan la espalda a la filosofía académica, ¿qué hacer?. Los países latinoamericanos discuten sobre ciencia, historia de la filosofia, política. ¡He ahí la Academia contemporánea!. Un gran número de sus ciudadanos leen cientos de artículos y decenas de libros -la mayoría disponibles en Internet- que conforman un sistema vivo, destinado a crear y modificarse en consnancia con un mundo cambiante. Estos países -en contraste con los europeos- le dedican tiempo, esfuerzo a esa misión, a ese reto, promocionando desarrollos científicos, políticos, históricos y filosóficos. Leer exige medir, comparar, discutir. Eso ya es filosofía.

            Ramón Quiñonero Solano.

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